Cerro Aseret (2016)

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Cerro Aseret. 7 de Febrero de 2016.

Este es uno de los cerros que más me gustan de la zona. Largo, exigente… y no va mucha gente.

La aproximación tiene varias horas de caminar por arriba de 1800m, con espectaculares vistas, y la cumbre está como… muy bien diseñada — esa es la mejor descripción.

En términos personales, además, volver a ese cordón y ver cada filo y cada cumbre me trae muchos recuerdos. Algo que escribiré pronto en este blog.

Salimos para el Aseret como resultado de un pedido muy particular. Mi amigo Gustavo viene de Buenos Aires a pasar unos días en San Martín con la familia y otros amigos. Tenemos prometido subir algun cerro, y está el plan del Colorado como para ver cómo se maneja y si da para algo más importante… El plan se cae, se nos van acabando los días, y Gustavo pide: quiero algo que tenga todo. Tal vez dijo algo como tirame con todo lo que tengas. Propongo el Aseret que tiene de todo, mucha exigencia y muchísimo paisaje. Aunque él no ha subido cerros (al menos por acá) viene muy entrenado corriendo maratones, así que confío que se bancará las 12hs de terreno desparejo que nos tomará la salida.

Un detalle de último momento, la noche anterior me anuncia por teléfono que “viene Juan” — a quien no conozco. Si me conocés sabrás cómo me cayó la noticia. Lo poco que tenía pensado (que a Gustavo lo conozco y le tengo confianza, que tengo una mochila y una linterna de más para prestarle, etc.) se disuelve y voy con la incógnita de no tener idea cómo nos puede ir. Al final es como siempre: que salga lo que salga! Aclaro antes de seguir que agradezco a Gus venirse con su amigo… conocí en él un tipo bárbaro (que se bancó toda la travesía además) con el que espero poder volver a caminar!

Así que me pasan a buscar bien temprano Gustavo y Juan en mi propio auto, rebautizado por él mismo como Halcón Milenario, ya que se lo presté para que se maneje mientras estén de vacaciones por acá. Maneja él hasta la seccional Puerto Arturo, el camino se hace un poco largo, casi una hora… Cómo es que yo lo recordaba tanto más corto?

Nos “registramos”, ejem, rapidito en el cuaderno de guardaparques: la senda no está para nada habilitada y yo me anoto con gusto pero no quiero discusiones así que todos calladitos hasta que estemos caminando. Igual para variar el guardaparque no está o aún está en el sobre. Mejor. Y ahí nomás arrancamos por la senda hacia Auquinco: un trío desparejo conformado por mí en mi disfraz de montañista, Gustavo en calzas y calzado de running, y Juan Manuel en jogging y zapatillas.

La primer media hora es un paseo. Aprovecho para contarles que esta senda va como mi contribución al segundo libro de un amigo, Leo Tudanca, y como ridículo que soy ando con el papelito impreso en la mano para comprobar detalles como tiempos y distancias. Cosa que, claramente, me va a hinchar después de la primer hora así que el papel va a ir y volver sin salir más del bolsillo hasta llegar a casa.

el papelito
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El papelito, indicando el primer desvío importante

Sin leerles la “guía” para no spoilear sólo les anticipo que la primer hora y pico es… un garrón. Despues de calentar 30′ en la senda casi plana que va Auquinco (y a Laguna Verde si se quiere) hay que desviarse y montarse a una subida en zigzag que no perdona un segundo. Son 400m de desnivel en apenas 1600m de recorrido; 25% de pendiente!. Como para pensar en nada y darle para arriba; intentando como se pueda no quemar las piernas porque el asunto empieza después de este “entrenamiento” y va a durar otras diez, once horas.

Terminando esa pendiente se llega a un bosque que te hace olvidar de la subida. En febrero, literalmente cubierto de amancays, una manta amarilla de flores que a veces nos llega a la altura del pecho. A Gustavo le hace algún efecto, será tal vez el polen: entra en un éxtasis y canta, tipo Heidi.

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En esta senda a pesar de estar bastante marcada (la andan a caballo en época de caza) vamos un poco tropezando porque los amancay de tan cerrados no nos dejan ver nuestros pies. Se va zigzagueando para evitar cañaverales, hasta un refugio de cazadores a metros de un arroyo; con agua todo el año y último lugar seguro donde cargar. Hasta acá vinimos casi sin líquido para ahorrar peso, y nos cargamos de agua hasta el moño para seguir; todo según lo planeado.

Desde allí nuestra senda se monta al lomo que está detrás del arroyo — hay otra senda que (me parece) va por abajo a través del Mallín de los Ciervos. La nuestra va subiendo en forma constante, y aparentemente alejándose del Aseret (que nunca vimos aún). Va dejando atrás los ñires, se van achatando las lengas, y de pronto se sale del bosque entre unos piedrones y con vista a la cola del lago Lolog (con Playa Bonita), el cordón del Cerro Colorado y el Sábana, y allá atrás el Cordón Chapelco. (Este punto de salida del bosque hay que recordarlo bien para volver a entrar.)

Aunque falten más de tres horas hasta la cumbre, y falte subir y bajar varios trechos, el paisaje cambia de pronto. Empezamos a caminar por un lomo que nos va llevando solo, donde la huella casi no existe. Del Aseret ni noticias, pero ya se ve el Colo Huincul enfrente, cruzando el Cajón Negro, y en seguida sale el Lanín pidiendo foto.

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La senda se pierde a veces. A veces ni hay huella y a veces es de un ciervo. En eso, tirada en la arena, Gustavo encuentra…. una bola de boleadora? Te lo juro. Una pelota, como una bola de pool pero más pesada, pura piedra, perfectamente redonda y con un surco todo alrededor. Que otra cosa puede ser que una munición con la que alguien hace quien sabe cuántos siglos usó para intentar cazar su almuerzo? Qué te puede llevar a encontrarla en un lugar completamente perdido, donde mirás alrededor y sabés que nunca vas a volver a pisar el mismo lugar. Más o menos por ahí vemos (a la vuelta), la cara del que nos habrá mirado tan atento cuando la juntamos. No me digas que no lo ves:

Bueno, cansados y a la luz del atardecer fue toda una aparición. Pensá que a la ida ya habíamos visto otras dos caras vigilándonos:

Cuando este filo empieza a doblar a la izquierda (oeste) y nos deja ver más a la distancia, aparece finalmente el Aseret: lejos, lejísimos. Faltan como 4km todavia, y hay unas hileras imponentes de paredones (y otras cosas que aún no se ven) para rodear. Estos son los paredones que se ven desde Chapelco, asomados por encima del Lolog. (Ver foto de portada). Abajo hay un mallín inmenso, el Mallín de los Ciervos.

Hay que bajar unos metros para volver a subirlos, y quedamos de frente al primer paredón. La senda más razonable se va por la derecha, pierde altura y sigue caminando por terreno firme. Pero los chicos querían baile, así que los llevo por la izquierda de los paredones, en travesía a veces entre las plantas y a veces entre lajas inmensas, debajo de estos paredes armadas con bloques del tamaño de un container apilados y haciendo equilibro. Les paso los bastones que en realidad traje para ellos, y sigo canchero porque con botas no hay mucho de qué preocuparse. Un poco de inquietud me dan estos bloques así que no los dejo ni parar hasta que se terminen las paredes. Me encanta esta parte. Los chicos al día de hoy me siguen puteando.

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Al terminar este primer paredón hay un pequeño col, y creo que fue suficiente el castigo… Nos cambiamos a la otra cara (norte) para no seguir tropezando, bajamos un poco (no sin antes saltar un poco entre bloques porque la senda está más abajo) y caminamos por los pastos de altura, donde los pies se relajan un poco.

Vamos dejando atrás este masacote de columnas, tan prolijito en algunas partes y ramificado como un coliflor en otras.

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Lo que se acerca no da muchas ganas; porque se viene… un cerro que habrá que subir de frente. Este nos tapa (otra vez) la verdadera cumbre del Aseret, que está despues… Esta subida es bastante dura porque ya tenemos cinco o seis horas de caminar en cualquier terreno. Arriba de todo hay que buscar donde conviene rodearla (para no hacer cumbre, nos desviamos a la izquierda), y de casualidad encontramos una “caverna” que nunca había visto (no tiene más de un metro de alto, pero tiene varios hacia adentro y hacia abajo y fantaseamos que si hacemos ruido sale un puma y nos morfa a todos — obviamente me meto igual con la linterna y no tiene otra cosa que piedras filosas donde partirse la cabeza).

Dando la vuelta a esta cumbre hay otro pedrero; el más peligroso para los tobillos porque no tiene arena ni vegetación que hace que no haya una losa firme. Pero a la vista está la cumbre!

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En la última subida parece que nos falta de oxígeno… por las pavadas que hacemos. Juan se desvía a la izquierda y bastante hacia abajo para poder tocar un manchoncito de nieve, que lo hace quedarse diez minutos atrás. A Gustavo le aflora algún sueño de ironman y sale corriendo hacia la cumbre; fundiendo el motor al correr no más de doscientos metros.

La cumbre es una escultura: un bodoque de columnas que parece impasable, y que lo hace tan distintivo al cerro desde la distancia. Ya desde el cerro anterior se ve algo muy grande en la cima…. una pirca inmensa? Sí, es la pirca más grande que he visto, armada de lajas planas al punto de haber limpiado la cumbre de ellas. Dandole la vuelta a este bloque se le encuentra una pasada, desde atrás, que te deja arriba como una escalera.

En estos filos la mitad del año hay nieve y la otra mitad sopla un viento que te descose. A pesar de eso si prestás atención hay vida por todos lados. Las plantitas se las arreglan para crecer agarradas de tres granos de arena, y sacan las flores más lindas en el sol del verano. No dejo de buscarlas en el suelo y siempre me fascino al encontrarlas, aunque todavía no haya aprendido ni uno de sus nombres.

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Llevamos seis, siete horas. El día es precioso, no hay ni viento, asi que nos quedamos a comer y descansar. Juan aprovecha cada parada (casi desde que salimos) para elongar o hacer posiciones de yoga, no se… ése debe ser su secreto para llegar entero (o sin quejarse).

Se me ocurre mandar algun mensaje a casa de que estamos bien (bien… demorados), y cuando miro el teléfono está sonando. Es Fabricio, que creo que me invitaba a tomar algo a su casa… Gustavo y Juan me ven pensando hablando y primero piensan que estoy jodiendo, luego estallan de la risa; yo no entiendo un pomo de mi conversación con Fabricio. Pero tené en cuenta: hay señal de celular.

Y ahí estamos en la cumbre. Ya no sabés para donde mirar, pero cada vez que te das vuelta sacás otra foto. Ya no sabés en donde meter recuerdos. No se puede describir la sensación; estás en un lugar mágico, la mente volando mucho más alto que los 2100m a donde el cuerpo pudo llegar. Con buenos amigos (además de buen tiempo), risas, se pasa por lo menos una hora sin que nos demos cuenta. No es que tuviéramos mucho apuro para volver a caminar, tampoco.

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Desde la cumbre me entretengo mirando desde dónde y hasta dónde caminamos con Seba, Abel y Fer durante tres días en 2013… todo este cordón de punta a punta, hasta bajar al pie del Colo Huincul del lado del Cajón Negro, que vemos desde acá. Esa ruta no pasaba, por poquito, por el Aseret… todavía me falta conectarla. Algún día.

Pero lo bueno se tiene que acabar, y da miedo mirar lo que falta para volver: el GPS dice que hicimos 16km hasta la cumbre! Se ve una travesía interminable: descenso acarreo paredones arena paredones subida acarreo travesía bosque bajada… Allá abajo el Lolog, a donde vamos a tener que llegar antes que se haga de noche, parece que estuviera en otra provincia. En la foto está Juan en su último descanso… y detrás suyo todo el camino que nos falta volver (hasta el lago).

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Son casi las 4 de la tarde y hay que meterle pata. Y así vamos. El segundo morro (la anteúltima cumbre para llegar) lo bajamos corriendo, como se debe; otra vez le agradezco a mis botas pero también me doy cuenta que faltaron las polainas. Cada tramo es largar los frenos, pilotearla hasta que las piernas no quieran más, y frenar con la excusa de esperarlos mientras baja la temperatura de los cuádriceps. Del mallín de abajo apenas quedan unos charcos, y no hay ni tiempo ni ganas de parar a mirar mucho.

Después de esa bajada se acaba la adrenalina y falta todavia patear las dos hileras de paredones que ahora tienen como 300km de largo, aunque a la ida eran tres. Luego cambiarse al otro filo por un col que nos obliga a recuperar unos metros en subida, y descubrimos que todos, simultáneamente, nos hemos olvidado las piernas en otro lado. Los que todavía no habían aparecido nos salvan por un rato: aparecen dos o tres cóndores encima nuestro y bajando por el cajón negro…. son la excusa para parar, y no queremos arrancar de nuevo. Despues, otra vez, un trayecto larguísimo hasta el bosque. De esa bajada solo me acuerdo que ya nadie tenía agua y fue ver quién llegaba más rápido al arroyo.

El bosque de Amancay estaba iluminado por los últimos rayos de sol. Lindo, supongo, pero sólo miraba la hora y pensaba en lo que venía. Faltaba la bajada entre los cañaverales, donde no podés dar un paso en falso, y a aguantarle a las piernas que no traicionen… Llegamos a los autos con la última luz, después de las 19h.

Muy cansados, y muy contentos. Tanto que hoy (ya pasaron tres meses) nos seguimos acordando de muchas cosas como si hubieran sido hace un rato y sigo agregando detalles que me acuerdo cuando reviso esta redacción.

Maravillosos lugares y gente maravillosa; experiencias que te da la montaña. La puta, que vale la pena estar vivo.

Datos varios:

    • Cerro Aseret 2116msnm (dijo el GPS desde arriba de la pirca), 12hs, 32km, 1700 acum.
    • Quienes: con Gustavo y Juan Manuel
    • La mejor época? Febrero… pero me falta probarlo antes con nieve.
    • La senda no está habilitada, y normalmente se cierra a fin de Febrero y hasta Abril o Mayo (es coto de caza).

El track en el mapa es parcial; el reloj se quedó sin batería en el bosque.

Total distance: 24.29 km
Max elevation: 2116 m
Total climbing: 1779 m
Total time: 10:24:56

Redactado Mayo 2016